El domingo se vieron dos caras de un mismo equipo. Por un lado, la selección Argentina mayor jugó la final de
Cuando empezó el partido, Brasil golpeó de entrada con un golazo de Julio Baptista, acción que influyó mucho en lo anímico en el equipo albiceleste. El partido no se destacó por el famoso “jogo bonito” brasilero ni por el buen control de pelota argentino, sino por las reiteradas faltas “verdeamarelhas” pero también su sólida defensa que parecía un “muro indestructible” para los fuertes desbordes de su rival. Al final del primer tiempo, el equipo carioca llegó al segundo gol a través un autogol de Ayala. Ese fue el análisis que se pudo hacer de la primera parte, que se vio mucho más reflejado en la segunda parte, con un Brasil más sólido en defensa y, para disminuirles las esperanzas a los argentinos, llego al tercer gol debido a un enorme contraataque que terminó Alves empujando la pelota al fondo del arco albiceleste. Así concluyó un partido que sorprendió a muchos en el resultado, pero que demostró que, aunque presente un equipo alternativo, con algunos nombres no reconocidos, el equipo dirigido por Dunga siempre una potencia.
Después de este torneo quedó demostrado que, a pesar de la derrota, Argentina y Brasil son las potencias de sudamericanas y que solo muy pocos equipos les pueden dar resistencia.
El otro lado de la moneda fue
En conclusión, la Selección argentina juvenil sigue demostrando que puede conseguir tranquilamente el bicampeonato, pero la mayor no gana un torneo desde
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