"Una mañana el marido
se despierta y le pellizca una nalga a su mujer y le dice:
Si hicieras ejercicios…
para darle firmeza a ese culito,
podríamos librarnos de esas bragas y usarías tanga…
La mujer se controló
y le pareció que el silencio era la mejor respuesta.
Al otro día el marido despierta y le da un pellizco en los senos de su mujer y le dice:
Si consiguieras dar firmeza
a esos pechitos
podríamos librarnos
de ese sostén...
Aquello excedió el límite
y el silencio definitivamente
no era la mejor respuesta.
Entonces ella se volvió hacia él,
lo agarró del pene y le dijo:
Con una sonrisa llena de ternura y amor le contestó:
“Si tú consiguieras dar
firmeza a este palito,
podríamos librarnos del cartero,
del jardinero, del lechero
y de tu amigo…”
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